Hay días en los que todo se alinea para que la emoción sea más fuerte que el cansancio. Y hay noches en las que una primera vez se convierte en historia. El pasado Miércoles Santo, nuestra banda vivió una jornada que quedará para siempre grabada en el alma: acompañamos, por primera vez, al Redentor del Mundo de la Hermandad de Mediadora.
Desde el barrio de Huelin, con su verdad obrera y su corazón malagueño, partía el Señor abrazado a su cruz. Bajo su mirada, comenzamos un camino nuevo, pero sentido como propio. Nuestras melodías se sucedían mientras se abrazaban al alma del barrio, y cada compás llevaba dentro el agradecimiento de quien se sabe parte de algo más grande.
La calle Ancha del Carmen fue testigo de uno de los momentos más hondos. Aquel rincón, con aroma a antiguo Perchel, se llenó de memoria y devoción. Sonaron “Misericordia” y “Todos los caminos llevan a la Esperanza”, y por un instante, el tiempo pareció detenerse.
Pero si hay un momento que selló esta unión para siempre, fue el saludo a la Archicofradía del Paso y la Esperanza. Nuestra casa. Nuestra raíz. Nuestra identidad. Ante nuestra Esperanza, sonó “Esperanzas” como ofrenda sincera, y ante el Nazareno, “Nazareno del Paso” como promesa renovada. Allí, todo tuvo sentido.
La estación de penitencia en la Catedral se completó con paso firme y con el recogimiento que la ocasión merecía. Pero lo que allí ocurrió después fue algo más. Calle Cañón se convirtió en el altar donde el Redentor nos regaló uno de los momentos más intensos del Miércoles Santo. El estrechísimo abrazo de la piedra catedralicia, la intimidad de la noche, y los sones de “Siervos de tu Humildad” y “Mi Despedida” elevaron el alma hasta el plano de lo sublime.
No quiso marcharse el Redentor del Mundo de las arterias principales de la Ciudad del Paraíso sin regalarle a Málaga una última estampa. En Calle Vendeja ocurrió algo verdaderamente mágico a los sones de “El Sueño”, algo que solo entenderán los que tuvieron la suerte de ser testigos.
Poco a poco, entre aplausos, tocaba emprender el regreso a casa, pero cuando ya la noche empezaba a inclinarse hacia la madrugada, nuestros corazones seguían encendidos, tal y como si acabáramos de empezar. Devorando calle tras calle. Marcha tras marcha. El Redentor del Mundo volvió con los suyos, a su barrio. Y nosotros, con el corazón lleno, lo miramos y le dimos gracias por habernos permitido vivir junto a él y su hermandad, un Miércoles Santo para la historia.
Gracias a la Hermandad de Mediadora por confiar en nosotros para escribir esta página junto a ellos. Por abrirnos su casa, su barrio y su camino. Gracias a cada hermano, a cada mirada, y a cada oración que se cruzó con nuestra música.
Y gracias, Redentor del Mundo, por acogernos a tu lado. Por dejarnos acompañarte en tu andar valiente. Y que logremos abrazar la cruz tal y como tú lo haces, marcando nuestro paso. Siempre.



